25/3/10

CIERTO TIPO DE PERSONALIDAD ATRAE LA BUENA SUERTE

"Cómo una persona animosa atrae la suerte hacia él de una forma inconsciente, nos es claramente mostrado por lo que le sucedió al gran locutor deportivo de los años 20, Graham McNamee.

"Era un tiempo en que la radio todavía no estaba en su apogeo, y McNamee era un joven y desconocido cantante sin trabajo. Un día recibió una citación para declarar ante el Tribunal de Justicia de Nueva York.

"Durante un descanso en la sesión observó que estaban poniendo un cartel al otro lado de la calle. Contenía cuatro letras sin significado alguno para él, nada más. Curioso fue y preguntó al obrero que estaba instalando el cartel y así se enteró de que se trataba de una emisora de radio.

"No sabía nada de radio pero se le ocurrió que tal vez tuviesen alguna ocupación para un cantante. Un momento después estaba en la pequeña oficina de la emisora, hablando con el director. La respuesta fue negativa. Aceptándola con naturalidad, McNamee aprovechó la ocasión para preguntar algunas cosas sobre la mecánica de aquel negocio. Ante esta muestra de genuino interés, el director lo miró de nuevo. Iba hacia la sala de control y le preguntó a McNamee si le gustaría verla.

"El ánimo en esta etapa, había lanzado una línea de suerte hacia un extraño y la corriente de buena suerte no tardaría en fluir. Tras enseñarle las instalaciones de la emisora, el director se percató de que McNamee tenía una voz bonita. En aquellos días necesitaban un nuevo locutor. Le preguntó si le importaba que le hicieran una prueba. Diez minutos más tarde la prueba estaba hecha. En diez más, Mc Namee había sido contratado y así es como comenzó una de las más notables carreras de la radio americana".

A.H.Z. Carr (De "COMO ATRAER LA BUENA SUERTE").

5/3/10

El Prisionero de los Nazis


Durante la Segunda Guerra Mundial, un estanciero polaco fue apresado por los nazis.
Un oficial invasor tomó posesión de su casa y le dijo:
Hoy me siento magnánimo, así que en vez de mandarte a un campo de concentración, te haré una oferta. Si quieres seguir con vida, tendrás que obedecerme.
A partir de este momento, serás mi sirviente. Dormiré en tu casa y tú dormirás en el establo. Lustrarás mis botas y lavarás mi ropa. Cocinarás y limpiarás para mí. Si no lo haces, te mataré.
¿ACEPTAS MI OFERTA?’
El dueño de la estancia bajó la cabeza y se retiró en silencio. Durante los siguientes cuatro años vivió en el establo y fue el sirviente del nazi; lustró sus botas y lavó su ropa, cocinó y limpio.
Pero llegó el día en que Polonia fue conquistada por el ejército soviético.
Mientras los soldados rusos se llevaban preso al oficial nazi, pasaron junto al estanciero. Este levantó su cabeza y, mirando al nazi a los ojos, le dijo: ‘NO’.