Hay una palabra que merece reflexión, y esa palabra es atrapar. Las grandes ideas se presentan de forma fugaz y caen fácilmente en el olvido. Esto también puede aplicarse a los buenos momentos que hacen que la vida merezca ser vivida. Por eso es tan importante aprender a atrapar las cosas que realmente interesan.
Primero, aprenda a captar los momentos especiales. Utilice una cámara. Haga un buen número de fotografías. La facultad para captar un acontecimiento en una fracción de segundo es un fenómeno del siglo XX. Y qué fácil es considerar a los fenómenos como elementos garantizados!
Permítame que cuente una reciente experiencia. Durante los últimos tres años me han invitado a dar unas conferencias en Taiwan. En mi último viaje para unos cursillos de fin de semana había unas mil personas en el auditorio, ¿adivinan cuantas cámaras había en toda la sala? Efectivamente. ¡Mil cámaras! Cada uno había traído su cámara para captar esos momentos, los nuevos amigos, las nuevas experiencias. Al final de la conferencia pasaba una gran parte de mi tiempo posando para las fotografías.
¿Ha visto alguna vez fotos de hace varias generaciones? Por desgracia se conservan relativamente pocas. Pero ¿no sería maravilloso disponer de suficientes fotografías que nos contasen la historia de cómo era la vida realmente hace cien años? De manera que deje su indiferencia. Asegúrese de guardar su historia completa en un tesoro compuesto de fotografías y vídeos.
Otra manera de atrapar el conocimiento es tener una biblioteca personal. No me refiero a esos libros que el decorador dispuso porque hacían juego con el resto de los muebles. Me refiero a aquellos libros cuyas hojas están bien marcadas y repasadas, los que usted ha elegido y estudia y subraya de continuo; libros con notas escritas al margen; libros que le ayudaron a moldear su filosofía sobre los valores de la vida. Éstos son un verdadero tesoro que merece la pena atrapar.
Hoy en día, con nuestro más amplio concepto de la comunicación, yo incluiría también como tesoro los audios y videos con los que formamos nuestro carácter para una vida mejor. Serán también una herencia especial para nuestros hijos.
Finalmente, querrá atrapar todo el conocimiento que adquiera según va viviendo su vida. Por eso, le animo a que, como aprendiz serio de la riqueza y la felicidad, utilice un diario como el centro de recogida de todas las ideas que se crucen en su camino. De esta forma, el diario se convertirá en un tesoro increíble de ideas empresariales, sociales, culturales, ideas sobre inversiones, sobre maneras de vivir. ¿Se imagina lo que puede valer todo eso? Desde luego, esa clase de herencia es mucho más valiosa que su anticuado reloj.
Jim Rohn
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