La misión es un enunciado breve y sencillo que describe el fin último, de una organización dentro de su entorno y en la sociedad en general.
Misión es la razón de ser, en cambio, los objetivos son los estados intermedios que se pretenden alcanzar.
La misión también es una síntesis de la naturaleza del negocio. A grandes rasgos, se trata de definir en qué mercado opera la organización, a qué clientes apunta, qué necesidades de los clientes pretende satisfacer, qué clase de productos ofrece, qué propiedades esenciales tienen estos productos, etc.
La misión es un es un elemento de la empresa que debe permanecer por bastante tiempo, para dar una dirección en la ejecución de los valores con los cuales la compañía se ha comprometido.
Para formular la misión, vale la pena examinar lo siguiente:
· Formular la misión refuerza la organización.
· Provee un firme espíritu de equipo.
· Se centra en la calidad y la satisfacción del cliente.
· Hace hincapié en las necesidades de los empleados.
· Asume una perspectiva de largo plazo.
· Toma en cuenta a todas las personas y compañías relacionadas con la empresa.
· Da solidez a la imagen institucional, porque los propósitos son constantes aunque cambie una administración.
En muchos casos, los conceptos de visión y misión se suelen presentar en forma solemne, como pretensiones ambiciosas de difícil implementación, que ‘suenan muy bien’, pero que no significan algo concreto para la gente, sea que trabaje en ventas o en el depósito.
Es fácil escribir que una empresa quiere ser vista como innovadora y altamente competitiva, quiere ser ética y realizar los valores de su personal, siendo líder en sus mercados y sirviendo a sus clientes con excelencia.
Pero estas fórmulas no consiguen compromisos que se conviertan en acción, porque no tienen verdaderos cimientos en la realidad interna de la compañía, y además no nacieron del consenso general.
Estas propuestas podrían asimilarse a aquél que trata de dirigir una orquesta donde cada músico toca una nota diferente: el do porque le gusta, el re porque le sale bien, el fa porque es la que mejor aprendió. Así, no hay consistencia en la dirección.
Misión y visión no pueden ser entendidos como una postulación de deseos o como un repertorio de buenas intenciones.
La visión del futuro es un sueño en acción. Es nada más y nada menos que el poder de una idea, bien transmitida. La visión implica también un acto de responsabilidad hacia el futuro.
Si se tiene una visión de futuro se puede triunfar a pesar de los obstáculos.
Carecer de misión es negar la identidad, es no poder establecer diferencias entre una empresa y otra. En un mismo segmento de mercado unas empresas buscan su ventaja competitiva concentrándose en la calidad, otras en la precio, o en la rapidez de entrega, etc.
Para algunas el área fundamental puede ser la investigación, y en otras novedosas técnicas de marketing. Unas empresas quieren atender un segmento de ‘élite’, y otras quieren llegar a la mayoría de la población.
De lo que sabe hacer bien la empresa, de lo que se considera importante para el mercado, y de los valores que posea la compañía, se desprenden la misión, y luego sus objetivos. Por cuanto de la misión se desprende qué es ser efectivo, y se puede establecer si son apropiadas las objetivos.
En la actualidad, uno de los problemas principales que se presentan en las compañías es que los enunciados de la visión y la misión tienden a ser lugares comunes, o simples frases sin substancia.
No es tan fácil llegar a elaborar un enunciado con significado y poder.
La causa más común de las disputas infructuosas en las que caen los directivos es que confunden pensamiento con literatura.
Cuando se trata de elaborar un enunciado de la misión es casi seguro que se discutirá cuáles son las mejores palabras. Y lo más importante no son las palabras a elegir (aunque tampoco debe descuidarse este aspecto), lo más importante (y básico) es elaborar la idea central, y luego vertir esa idea en pocas pero precisas palabras.
Por ejemplo, tener éxito comercial es un propósito que define la existencia de una empresa, pero nunca puede ser una misión.
Un enunciado efectivo de la misión debe ser:
1. IDENTIFICATORIO. Está claro a qué empresa se refiere, o por lo menos limita su alcance a un tipo de empresa bien definido, como no lo hacen las definiciones generales que pueden servir, indistintamente, para cualquier empresa.
2. CONCISO. Dice lo que quiere decir en un párrafo simple; la única excepción sería un enunciado que también incluya un sentido de la visión, la misión y los valores, en cuyo caso puede ser algo más extenso.
3. DEFINITORIO. Define al cliente y su premisa de necesidad, la premisa de entrega de valor que hay que ofrecer. Describe el modo que tiene una empresa de hacer negocios.
4. ORIENTADO A LA ACCIÓN. Le da a quien lo lee alguna idea de su aspecto en la práctica, y de los tipos de acciones involucrados en su entrega.
5. MEMORABLE. Un buen ejemplo es la meta de John Kennedy de ‘llevar un hombre a la Luna... antes de que termine esta década’.
Abel Cortese
Misión es la razón de ser, en cambio, los objetivos son los estados intermedios que se pretenden alcanzar.
La misión también es una síntesis de la naturaleza del negocio. A grandes rasgos, se trata de definir en qué mercado opera la organización, a qué clientes apunta, qué necesidades de los clientes pretende satisfacer, qué clase de productos ofrece, qué propiedades esenciales tienen estos productos, etc.
La misión es un es un elemento de la empresa que debe permanecer por bastante tiempo, para dar una dirección en la ejecución de los valores con los cuales la compañía se ha comprometido.
Para formular la misión, vale la pena examinar lo siguiente:
· Formular la misión refuerza la organización.
· Provee un firme espíritu de equipo.
· Se centra en la calidad y la satisfacción del cliente.
· Hace hincapié en las necesidades de los empleados.
· Asume una perspectiva de largo plazo.
· Toma en cuenta a todas las personas y compañías relacionadas con la empresa.
· Da solidez a la imagen institucional, porque los propósitos son constantes aunque cambie una administración.
En muchos casos, los conceptos de visión y misión se suelen presentar en forma solemne, como pretensiones ambiciosas de difícil implementación, que ‘suenan muy bien’, pero que no significan algo concreto para la gente, sea que trabaje en ventas o en el depósito.
Es fácil escribir que una empresa quiere ser vista como innovadora y altamente competitiva, quiere ser ética y realizar los valores de su personal, siendo líder en sus mercados y sirviendo a sus clientes con excelencia.
Pero estas fórmulas no consiguen compromisos que se conviertan en acción, porque no tienen verdaderos cimientos en la realidad interna de la compañía, y además no nacieron del consenso general.
Estas propuestas podrían asimilarse a aquél que trata de dirigir una orquesta donde cada músico toca una nota diferente: el do porque le gusta, el re porque le sale bien, el fa porque es la que mejor aprendió. Así, no hay consistencia en la dirección.
Misión y visión no pueden ser entendidos como una postulación de deseos o como un repertorio de buenas intenciones.
La visión del futuro es un sueño en acción. Es nada más y nada menos que el poder de una idea, bien transmitida. La visión implica también un acto de responsabilidad hacia el futuro.
Si se tiene una visión de futuro se puede triunfar a pesar de los obstáculos.
Carecer de misión es negar la identidad, es no poder establecer diferencias entre una empresa y otra. En un mismo segmento de mercado unas empresas buscan su ventaja competitiva concentrándose en la calidad, otras en la precio, o en la rapidez de entrega, etc.
Para algunas el área fundamental puede ser la investigación, y en otras novedosas técnicas de marketing. Unas empresas quieren atender un segmento de ‘élite’, y otras quieren llegar a la mayoría de la población.
De lo que sabe hacer bien la empresa, de lo que se considera importante para el mercado, y de los valores que posea la compañía, se desprenden la misión, y luego sus objetivos. Por cuanto de la misión se desprende qué es ser efectivo, y se puede establecer si son apropiadas las objetivos.
En la actualidad, uno de los problemas principales que se presentan en las compañías es que los enunciados de la visión y la misión tienden a ser lugares comunes, o simples frases sin substancia.
No es tan fácil llegar a elaborar un enunciado con significado y poder.
La causa más común de las disputas infructuosas en las que caen los directivos es que confunden pensamiento con literatura.
Cuando se trata de elaborar un enunciado de la misión es casi seguro que se discutirá cuáles son las mejores palabras. Y lo más importante no son las palabras a elegir (aunque tampoco debe descuidarse este aspecto), lo más importante (y básico) es elaborar la idea central, y luego vertir esa idea en pocas pero precisas palabras.
Por ejemplo, tener éxito comercial es un propósito que define la existencia de una empresa, pero nunca puede ser una misión.
Un enunciado efectivo de la misión debe ser:
1. IDENTIFICATORIO. Está claro a qué empresa se refiere, o por lo menos limita su alcance a un tipo de empresa bien definido, como no lo hacen las definiciones generales que pueden servir, indistintamente, para cualquier empresa.
2. CONCISO. Dice lo que quiere decir en un párrafo simple; la única excepción sería un enunciado que también incluya un sentido de la visión, la misión y los valores, en cuyo caso puede ser algo más extenso.
3. DEFINITORIO. Define al cliente y su premisa de necesidad, la premisa de entrega de valor que hay que ofrecer. Describe el modo que tiene una empresa de hacer negocios.
4. ORIENTADO A LA ACCIÓN. Le da a quien lo lee alguna idea de su aspecto en la práctica, y de los tipos de acciones involucrados en su entrega.
5. MEMORABLE. Un buen ejemplo es la meta de John Kennedy de ‘llevar un hombre a la Luna... antes de que termine esta década’.
Abel Cortese
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