En una organización no puede establecerse una visión por decreto, o mediante el ejercicio del poder o la coerción.
En realidad se trata de un acto de persuasión, es la creación de un compromiso entusiasta y dedicado para esa visión, porque es la correcta para su época, la correcta para la empresa y la correcta para las personas que trabajan en ella.
Por supuesto, no hay recetas que tengan la categoría de métodos universales. La prueba final de cualquier enunciado de la visión, la misión, los valores, la filosofía o la dirección de la empresa es la efectividad del líder o director para movilizar a las personas en pos de un propósito común.
Cuando esto ocurre, una buena visión conduce a obtener ventajas competitivas.
La visión es importante por razones simples y concretas. Una visión es el ímpetu fundamental que dinamiza a las personas para que sirvan con excelencia a los clientes.
Sin ella, los empleados tienen escasa inspiración para rendir al máximo, y carecen de las ideas unificadoras que ayudan a los miembros de las grandes organizaciones a unir sus esfuerzos con el fin de alcanzar metas comunes que parecen imposibles.
Existen tres componentes que ayudan a convertir en válido y útil, para la gente, el postulado de una visión:
1. UN CONCEPTO ENFOCADO. Algo que vaya más allá de la rutina y la inercia; una premisa de creación de valor que las personas puedan realmente describir como existente.
2. UNA SENSACIÓN DE PROPÓSITO NOBLE. Algo que realmente valga la pena hacer; algo que constituya un aporte, y sea beneficioso para todos, conseguiendo así el compromiso de la gente.
3. UNA PROBABILIDAD VEROSÍMIL DE ÉXITO. Algo que la gente pueda creer con realismo que es alcanzable y que, aunque no se llegue a la perfección, por lo menos justifique todos los esfuerzos que se hagan hacia la meta.
Abel Cortese
5/10/09
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