Hubo un tiempo en el cual, para saber si un niño era excepcional, se le suministraba una prueba de CI (inteligencia convencional)(1).
Esto fue lo que Lewis Terman hizo en su famoso estudio sobre niños excepcionales realizado en la Universidad de Stanford en 1921. Terman hizo lo mismo en un estudio menos conocido, pero igualmente importante, en el Hunter College.
En ambos estudios los CI promedio estaban alrededor de 150, un puntaje logrado por tan solo una pequeña fracción del uno por ciento de la población. ¿Qué ocurre con las personas de tan alto CI?
Los resultados de estos dos trabajos -uno desarrollado en la costa oeste y el otro en la este- fueron prácticamente idénticos. La mayoría de estos individuos identificados como excepcionales alcanzaron altos niveles educativos y llegaron a ser profesionalmente exitosos. La mayoría de ellos se sentían satisfechos con sus logros profesionales y en otros campos de la vida. Pero los dos estudios arrojaron otro resultado desconcertante: muy pocos de estos individuos ultrainteligentes se convirtieron en eminencias en sus respectivos campos, lo cual condujo a un grupo de investigadores a preguntarse por qué tanto intelecto no conducía a la eminencia. En pocas palabras, las pruebas de CI parecían haber seleccionado a quienes habrían de adaptarse cabalmente a las demandas de la sociedad, pero no a aquellos que habrían de moldearla, no a quienes la conducirían en el futuro.
Estos resultados no sólo no son sorprendentes, sino predecibles. Las pruebas de CI siempre se han orientado a medir la habilidad de una persona para adaptarse a su medio. Así lo establecieron Alfred Binet y David Wechsler, diseñadores de las dos pruebas convencionales de inteligencia más conocidas y usadas. Desde 1921 hasta hoy, en los simposios de sicólogos especialistas en inteligencia, ésta ha sido típicamente definida como la habilidad para adaptarse al medio. Según esto, las pruebas de CI cumplen en algo con aquello para lo que fueron diseñadas.
LA INTELIGENCIA ACADÉMICA CONVENCIONAL (IC)
Las pruebas de CI son parcialmente efectivas, pero, ¿hasta qué punto y por qué? Ellas no miden tan bien la adaptabilidad como lo pensamos alguna vez y, más aún, al producir sus resultados, no sólo pueden fallar en la identificación de nuestros líderes potenciales, sino que pueden realmente desviarlos de su ruta.Las pruebas de inteligencia miden principalmente dos tipos de destrezas cognitivas: las memorísticas y las de razonamiento analítico. Para ello se valen casi siempre de ítems verbales y cuantitativos, y algunas veces también de ítems figurativos (geométricos). Se ajustan bien a aquellos niños que:
1. han recibido una educación de alta calidad
2. a la manera occidental;
3. son hablantes nativos del inglés, o lo han aprendido bien y han tenido experiencias enriquecedoras con él en el medio familiar en el que crecieron;
4. han tenido experiencias que -en la sociedad occidental- les permite el nivel de vida de la clase media y media alta;
5. tienden a pensar bien de manera convencional, aunque algo estrecha
6. sin cuestionarse si este tipo de pensamiento arroja respuestas "correctas", y
7. lo hacen con rapidez.
Los niños que cumplen estos criterios muy posiblemente serán excelentes en la escuela, que enseña y evalúa el logro según las mismas características valoradas por las pruebas de inteligencia convencional. Y no hay nada de malo en ellas; de hecho, están moderadamente asociadas al buen desempeño escolar y, en menor medida, a varios criterios de éxito en la vida. Sin embargo, aún existe un problema.
No todos los niños excepcionales se ajustan a la descripción "tipo CI" de la excepcionalidad. Por lo anterior, algunos niños son identificados y "exaltados" como excepcionales -lo que sin duda son-, pero la excepcionalidad de otros se pasa por alto. ¿Quiénes son esos otros niños que podrían convertirse en la siguiente generación de líderes?
Robert J. Sternberg
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