6/10/09

Las 17 Reglas del Éxito (VI)

REGLA NÚMERO DOCE:
Nunca deben descuidarse los detalles, ni escatimarse ese esfuerzo adicional, esos cuantos minutos de más, esa palabra suave de alabanza o agradecimiento, esa entrega de lo mejor que uno puede hacer. No importa lo que los demás piensen, pero sí es de primordial importancia lo que uno piensa de sí mismo. Usted nunca podrá hacer lo mejor, que debería ser siempre su rasgo distintivo, si está tomando atajos y evadiendo responsabilidades. Usted es alguien especial. Debe actuar como tal. ¡Nunca deben descuidarse los detalles!

Maestro, estudiante obrero de una fábrica, vendedor, administrador, padre de familia, entrenador, atleta, conductor de taxi, elevadorista, médico, abogado – no importa qué retos se acepten en esta vida, qué tareas deban desempeñarse para ganarse el pan de cada día... nunca deben descuidarse los detalles.


En efecto, estamos viviendo en una era que parece ir más rápido que la velocidad de la luz, y en nuestro mundo apresurado es fácil caer en el hábito de tomar atajos, de pasar por alto algunas de nuestras obligaciones, cuando pensamos que nos puede resultar. Olvidamos las lecciones de la historia y las advertencias de los hombres sabios. Descuidar los detalles, en cualquier cosa que uno esté haciendo, puede resultar desastroso.


Thomas Edison perdió una valiosa patente porque inadvertidamente colocó mal un solo punto decimal. Roberto de Vicenzo perdió un Torneo Maestro porque firmó, sin tomarse el tiempo de verificarla, su tarjeta de puntos en la que había un puntaje incorrecto. Y estoy seguro que usted, lector, alguna vez recibió el adagio de Benjamín Franklin: “Por falta de un clavo, la herradura se perdió, y por falta de un jinete la guerra se perdió”.

Evidentemente, el sueño de todos es encontrar algo que hacer en este mundo, un trabajo que le guste tanto a uno que estaría dispuesto a hacerlo gratis.

Desafortunadamente, esto no le sucede a muchos y por eso la mayoría de nosotros aburriéndose cada vez más de su tarea en la vida, gradualmente deja de hacer su mejor esfuerzo y realiza un trabajo chapucero cada vez que se puede. Por no mencionar lo que esta manera de vivir le hará a la imagen que uno tiene de sí mismo, los detalles pasados por alto o manejados sin cuidado, a menudo pueden provocar problemas mayores que con toda seguridad impedirán que uno avance. Somos una creación de Dios. Nunca hay que dejar que nada de lo que surge de uno, actos, objetos, esfuerzo o amabilidad, sea menos de lo mejor que uno puede dar. Sólo los fracasados y los mediocres descuidan los detalles.

Un ejemplo muy bueno de esta verdad tan sencilla pero poderosa, de esta residente regla de la vida, se yergue en lo alto de la Isla de la Libertad en la bahía de Nueva York. Si alguna vez va usted, amigo lector, a la ciudad de Nueva York y dispone de unas cuantas horas para disfrutarlas, le recomiendo que realice uno de los varios viajes en helicóptero que salen del pie de la calle Treinta y Cuatro Este en East River. Cuando llegue finalmente a la hermosa Estatua de la Libertad que se levanta orgullosa en medio de la bahía, le pido que preste especial atención.

La mole de cobre con estructura de acero de la Dama Libertad destaca más de noventa metros sobre el nivel del mar. Mientras un helicóptero da vueltas cada vez más cerca, le recomiendo que mire la parte superior de la cabeza de la estatua para que observe cada mechón de cabello se elaboró esmeradamente hasta el mínimo detalle y, al igual que todas las demás partes de su bata y de su cuerpo. Ese delicado peinado metálico en la parte superior de la cabeza indudablemente requirió de muchas semanas adicionales en el taller parisino de Auguste Bartholdi, semanas que el gran escultor podía haberse ahorrado pues, hasta donde podía saber, nadie vería nunca la parte superior de la cabeza de la estatua.


La estatua fue inaugurada el 28 de octubre de 1886 por el presidente Grover Cleveland. ¡En 1886 no había aeroplanos! ¡Los hermanos Wrigh ni siquiera lograron su primer despegue primitivo del suelo en Kitty Hawk sino diecisiete años más tarde! Bartholdi estaba bien consciente de que sólo unas cuantas gaviotas valientes podrían alguna vez mirar a la estatua desde arriba, y con toda seguridad nadie hubiera sabido nunca si los mechones de pelo no habían sido modelados y pulidos meticulosamente.


Sin embargo, el maestro artesano no tomó ningún atajo. ¡Cada mechón de cabello, cada rizo, está en su sitio!

REGLA NÚMERO TRECE:
Hay que recibir cada mañana con una sonrisa. Uno debe considerar el nuevo día como otro regalo especial de su Creador, otra oportunidad dorada para completar lo que uno no pudo concluir ayer.
Hay que motivarse uno mismo. Hay que dejar que la primera hora establezca el tema del éxito y la acción positiva que con toda seguridad resonará durante todo el día. El día de hoy nunca volverá a ocurrir. No hay que desperdiciarlo con un inicio falso o completamente nulo. Usted no nació para fallar.
Uno debe ser automotivador. Debe recibir el amanecer de cada nuevo día con una sonrisa de gratitud al Creador por otra oportunidad de mejorar lo que se hizo ayer. Somos tantos los que abandonamos agachados y temerosos nuestro lugar de descanso con miedo a lo que cada día pueda traernos, sin darnos cuenta nunca de que la forma en que actuemos durante esas primeras horas marcará su huella durante todo el día, y nos prepara para mañana y todos los mañanas que vienen a continuación.

Qué terrible es despertar y enfrentar un día tan desolado, doloroso y aburrido que todo lo que podemos esperar es el sueño misericordioso que nos aguarda después de la puesta del sol.
Hay una mejor manera de vivir. Enfrentar cada mañana con un brillo de esperanza en los ojos, recibir el día con reverencia por las oportunidades que contiene, saludar a todos los que uno encuentre con risas y afecto, ser bueno, amable y cortés con amigos y enemigos, y disfrutar la satisfacción de un trabajo bien hecho durante horas preciosas que nunca regresarán – ésta es la forma de que uno deje su huella.

Sobre todo, hay que recibir la mañana con una sonrisa. ¿Verdad que es fácil? ahora bien, si este sencillo acto representa un problema para usted, amigo lector, si se despierta y siente que no tiene nada por qué sonreír, no se desespere. A todos nos pasa. Hay muchos días en que hasta los individuos más positivos preferirían permanecer en la soledad de sus cuartos en vez de enfrentar un mundo que a veces puede ser hostil y desatento. Todos tenemos días "deprimentes" incluso los personajes mundiales más poderosos, las grandes estrellas de los deportes y los presidentes de las grandes corporaciones. Una que otra vez, todo el mundo despierta con la sensación de que más le convendría esconder la cabeza debajo de la mullida almohada, en vez de avanzar a paso de tortuga por los embotellamientos o hacer esa primera visita de ventas o verle la cara a ese jefe desagradable.

Ahora bien, la próxima vez que despierte usted, lector, sintiéndose muy mal por toda la irritación y la escasa recompensa que le espera, he aquí la receta perfecta que lo enviará al mundo con una actitud tan positiva que no podrá dejar de tener un gran día. Este sencillo truco, o técnica, o como lo quiera llamar, nunca ha fallado, no le costará ni un centavo y sin embargo, hará más por usted que su jugo de tocino, café o cualquier cinta de motivación que laguna vez se haya grabado - lo enviará al mundo con una actitud positiva, poderosa, productiva y... agradecida.

Todo lo que tiene usted que hacer para que le brille el sol y le suene la música cada vez que se despierte sintiendo lástima de usted mismo es simplemente tomar el periódico matutino.

Nunca mire la primera página en las primeras horas de la mañana, a menos que realmente quisiera arrastrarse hasta el sótano para esconderse. En vez de esto, abra el diario en la sección de... ¡obituarios!


En esa sección, amigo lector, encontrará una larga lista de nombres de personas que se sentirían absolutamente encantadas de cambiar de lugar con usted, ¡incluso con todas sus irritaciones, dudas, temores y problemas! Le recomiendo que lo intente cada vez que se sienta deprimido en la mañana. Me lo agradecerá.

¿Ahora sí escucha el canto de los pájaros?

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