6/10/09

Las 17 Reglas del Éxito (IV)

REGLA NÚMERO OCHO:
Uno nunca debe llenar sus días ni sus noches con tantas nimiedades y cosas insignificantes como para no tener tiempo de aceptar un verdadero reto cuando éste se presente.
Esto es válido tanto para el juego como para el trabajo. Un día meramente sobrevivido no es ocasión de festejo. Uno no está aquí para desperdiciar sus preciosas horas, Cuando tiene la capacidad de lograr tanto si hace una pequeña modificación en su rutina. Ya no hay que ocuparse en nimiedades. Ya no hay que volverle la cara al éxito. Hay que darse tiempo y espacio para crecer. Ahora, ¡Ahora mismo! ¡No mañana!

Es posible que usted, lector, conozca a este tipo de persona. Tal vez hasta sea usted así.

Si es así, me da gusto que haya acudido a mí. Esa persona está siempre ocupada, siempre tiene más proyectos, reuniones y diligencias de los que se pueden manejar, y siempre está en una loca carrera de un lado a otro en un intento - intento, nada más - por adelantarse a los acontecimientos. Lo que este tipo de gente hace constituye un esfuerzo, inconsciente pero muy eficaz, para evitar el éxito. Claro que están ocupadas en cualquiera de esas faenas y tareas insignificantes que pueden encontrar para hacer, de tal manera que si alguna vez se les presenta un verdadero reto, algo que en verdad pudieras significar mucho para sus vidas y su bienestar, les es muy fácil responder siempre que lo lamentan pero están demasiado ocupadas en este preciso momento y no pueden atender otra cosa.

¿Le suena conocido? Espero que usted, amigo lector, no haya estado esforzándose inconscientemente por fracasar manteniéndose "muy ocupado" en cosas que de nada le servirán, aparte de que lo mantengan en ese largo camino trillado. Si le sirve de consuelo, hay muchos que están en esa situación. Sabe usted que se necesita tanta energía para fracasar como la que se necesita para triunfar, y por eso es que tenemos tanta gente activa y ocupada que no logra entender por qué no está ocurriéndole nada en su vida.

En el caso de que usted piense que podría estar en esa categoría, tal vez está usted haciendo lo que hace porque alguien oprimió su "interruptor de eliminación" hace años. Sí, su "interruptor de eliminación". Hacer años iba a hacer un libro sobre este tema, pero ésta es la primera vez que lo menciono en letras impresas.

Una vez adquirí un convertible muy costoso, y obviamente el vendedor me persuadió de que no debía sacar ese vehículo tan caro a la calle ni estacionarlo en ningún estacionamiento público sin instalarle antes una alarma contra robos que inmediatamente haría sonar una fuerte y penetrante sirena si alguien trataba de abrir por la fuerza mi joya, conectar el encendido y llevarse el convertible. Por supuesto que accedí.

Una mañana, retrasado por una cita, entré como un rayo a la cochera, puse la llave de encendido, la giré... pero no pasó nada. Ni siquiera un quejido. Nada. ¿Estaría totalmente descargado el acumulador? No era creíble. Encendí la radio. Funcionó a todo volumen. Puse una cinta en la grabadora. Ella Fitzgerald en “Mack the Knife”. Excelente fidelidad. Encendí los limpiaparabrisas. Dos chorros de agua saltaron desde aperturas ocultas y los limpiadores se movieron de un lado para otro en perfecta sincronía. Frustrado y molesto, entré a toda prisa en la casa y llamé a mi amigo el vendedor de automóviles.

- Instalamos una alarma en esa joya, ¿ verdad?, Og? ¡Y me costó trescientos dólares!

- Entonces probablemente oprimiste por accidente el “interruptor de eliminación”.

- ¿El “interruptor de eliminación”?

- Si, es un aditamento de los sistemas de alarma contra robos más complejos.

- ¿No te lo explicaron cuando hicieron la instalación?

Cada vez me enfurecía más.

– Con toda seguridad recordaría si alguien hubiera hablado de poner un “interruptor de seguridad” en mi automóvil. ¿Qué es y dónde está?

- Es parte del sistema de alarma. Una vez que te bajas del automóvil y lo cierras con llave, pones otra llave en la cerradura que instalaron en el guardafangos y le das vueltas, ¿verdad? Ese pone en funcionamiento la alarma, de tal manera que si alguien intenta forzar una puerta o rompe una de las ventanas se dispara la alarma.

- Así es.

- Pues bien, el "interruptor de eliminación" es un grado adicional de protección. En algún lado del interior del automóvil, generalmente abajo del tablero o debajo de la alfombra, se instaló otro pequeño interruptor. Si antes de salir del automóvil lo oprimes y luego cierras con llave y pones a funcionar la alarma, estás verdaderamente protegido contra el robo.

Incluso si alguien logra abrirlo y es lo suficientemente tonto como para intentar ponerlo en marcha mientras la alarma está sonando, no lo logrará porque una vez que oprimiste el “interruptor de eliminación”, se corta toda corriente del acumulador al arranque. El automóvil no puede moverse.

Regresé a la cochera, pero no pude localizar mi "interruptor de eliminación", y en menos de una hora, el vendedor estaba en mi casa. Por supuesto que lo encontró casi inmediatamente, debajo de la alfombra delantera del lado del conductor. Sí, el interruptor estaba oprimido.

Probablemente lo había hecho yo con el pie, por accidente, pero no pude seguir molesto, no conmigo mismo, ya que el incidente me proporcionó una invaluable analogía que se relacionaba con muchos seres humanos que conocía y me ha sido de gran valor cuando trato de convencer a alguien de que está desperdiciando mucho tiempo en un trabajo en el que se “ocupa” mucho pero sin consecuencia para su vida.

Como puede usted ver, realmente mi automóvil actuó de manera bastante normal cuando di vuelta la llave de encendido. Se encendieron las luces, funcionó la radio, los limpiaparabrisas se movieron de un lado a otro. Un automóvil muy pero muy ocupado. Como mucha gente que conozco. Sólo hubo un problema. Esa máquina no pudo moverse ni siquiera un centímetro hacia adelante a pesar de toda su actividad, porque yo había oprimido sin darme cuenta su “interruptor de eliminación”.

Todos tenemos nuestros propios “interruptores de eliminación”. Tal vez cuando éramos pequeños, alguien, incluso uno de los padres u otro adulto a quien respetábamos, o el cónyuge cuando ya éramos mayores, nos haya dicho un día, en un arranque de ira, que nunca valdríamos gran cosa. ¡Zas! ¡Eso bastó! Sin darse cuenta y sin pensarlo, oprimieron nuestro interruptor, y nos hemos pasado todos estos años trabajando muy duro con el fin de que su profecía se cumpliera, sin comprender siquiera la motivación de nuestras acciones.

Claro que estamos “ocupados”, pero al igual que mi convertible, no vamos a ninguna parte.

Y no entendemos por qué. ¡Qué lástima!

Hay que agacharse a desconectar ese "interruptor de eliminación ahora que usted, amigo lector, sabe que tiene uno. Ya no hay que "ocuparse" en cosas sin importancia. Hay que dejar de ocultarse detrás de todas esas tareas intranscendentes. Hay una mejor forma de vivir.

REGLA NÚMERO NUEVE:
Hay que vivir este día como si fuera el último de su vida. Hay que recordar que sólo se encontrará la expresión "mañana" en el calendario de los tontos. Hay que olvidar las derrotas del ayer y no tomar en cuenta los problemas del mañana. Eso es todo. El día del Juicio Final. Es todo lo que se tiene. Uno debe hacer de este día el mejor de su año. Las palabras más tristes que uno podría pronunciar son: “Si pudiera volver a vivir mi vida...” Hay que tomar la batuta ahora. ¡Y dirigir con ella! ¡Este es su día! La mayoría de los fracasados actúan siempre como si les quedaran mil años de vida. ¿Por qué?

Sencillamente porque no tienen la menor confianza de poder manejar los retos de la actualidad.
¿Y cómo evitan el tener alguna vez que poner a prueba su potencial? De cien manera diferentes. Algunos beben demasiado o se dedican en exceso a festejar.

Muchos duermen dos o tres horas más de las que necesitan cada noche. Otros se pasan las horas resolviendo crucigramas o armando rompecabezas, o echados frente al televisor.

“No hay que preocuparse – siempre le aseguran a uno – Todo se resolverá... mañana”.

¿Mañana? Llevo muchos años en este mundo y en todo ese tiempo he visto miles de calendarios, pero nunca... nunca he visto uno con un "mañana" en él.

No hay que tratar el tiempo como si uno tuviera de eso un surtido interminable.

Uno no tiene ningún contrato con la vida. Si el ayer es ya un cheque cancelado, el mañana es sólo un pagaré. Todo lo que uno tiene en efectivo es el hoy, y si uno no lo gasta prudentemente, la culpa es solo de uno. El Padre Tiempo no hace viajes redondos en beneficio nuestro.

Ninguno de nosotros ha aprendido mucho a menos que aprenda a dar a cada día el trato de una vida separada. Los millones de personas afortunadas que se han salvado mediante Alcohólicos Anónimos conocen muy bien el poder de la expresión “un día a la vez”.

En una ocasión, Robert Louis Stevenson escribió: “Cualquiera puede llevar su carga, no importa qué tan pesada sea, hasta el anochecer. Cualquiera puede hacer su trabajo, no importa que tan difícil sea, durante el día. Cualquiera puede vivir una vida dulce, paciente, amorosa y pura hasta la puesta del sol. Y esto es todo lo que la vida significa realmente”.

Independientemente de lo difícil que sea, uno puede manejar la carga de este día, una tarea a la vez, y avanzar en dirección a sus metas. Sólo cuando uno se pasa horas innumerables y plañideras rememorando sus errores pasados, o preocupándose de las cosas terribles que podrían suceder mañana, es cuando uno deja de escurrir este día precioso, que es todo lo que uno tiene.

Hoy es su día, el único día de que dispone, el día en que puede mostrar al mundo que puede hacer una contribución significativa. Tal vez nunca logre entender cuál puede ser el significado de su papel en ese gran todo que es la vida, pero usted sigue estando aquí para desempeñarlo, y ahora es el momento. No importa que tan llenas están las horas, hay que recordar que sólo pueden entrar en la vida de uno en forma de un momento a la vez, únicamente.
Usted puede manejar cualquier momento, no importa qué tan difícil sea, cuando le llega en fila india.

Cuando uno concluye su día, debe darlo por concluido. Nunca debe llevar parte de la carga al día siguiente. Uno hizo lo mejor que pudo y si en ello hubo algunos desaciertos y errores, hay que olvidarlos. Hay que vivir ese día, y todos los días, como si todo fuera a terminar con la puesta del sol, y cuando ponga la cabeza en la almohada, debe descansar con la seguridad de haber hecho lo mejor que pudo.

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