Inteligencia Organizacional: Liderazgo
A pesar de que, sin acción subsecuente, los objetivos no significan nada, y aun teniendo en cuenta la alta flexibilidad en la que deben desenvolverse los mismos, la dirección no puede ser eficaz sin ellos.
Si no hay objetivos, no hay planificación. (¿Hacia dónde se planificará?)
Si no hay objetivos, no hay organización. (¿En base a qué se organizará en forma eficaz?)
Si no hay objetivos, no tiene sentido la medición. (¿En relación a qué se medirán los parámetros de la compañía? Si se hacen mediciones sólo en base a la rentabilidad, pronto se descubrirá que la misma va descendiendo).
Nada sucede, no se dan pasos hacia adelante, hasta que el objetivo es establecido. Sin objetivos, los individuos -y las empresas- lo único que hacen es vacilar a través del camino. En el mejor de los casos avanzan a los tumbos, sin saber claramente adónde van, y generalmente no llegan a un destino envidiable.
Por otro lado, los seres humanos necesitan de objetivos para funcionar eficientemente.
Un estudio científico analizó el impacto del cambio sin dirección y de la ambigüedad en el ser humano y en las organizaciones. La consecuencia no es solamente el sentimiento de crisis, ansiedad y stress, sino también el estrechamiento del campo perceptual, la reducción de la cantidad de información que puede ser asimilada, la rigidez de respuesta y las formas primitivas de reacción.
Como el cambio es inevitable (voluntario e inteligente, o forzoso) lo que hace una meta u objetivo es permitir el manejo del cambio, controlar su dirección. Nadie, obviamente, teme al cambio para mejor.
Al tener una meta, tanto personal como empresaria, se genera una fuerza (dentro de cada una de las personas, y por lo tanto dentro de la empresa) llamada ‘tensión creativa’.
La tensión, por su naturaleza, busca resolución, y la resolución más natural de esta tensión, en el caso de nuestra realidad, es movernos (o moverse la empresa) hacia lo que nos hemos propuesto como meta. Al plantear claramente una meta u objetivo, es como si hubiéramos construido un imán (nuestra visión) que atrae los elementos de la realidad para construir el camino hacia lo que nos propusimos.
Por otro lado, una empresa está formada por personas, y los objetivos que se plantean las personas influyen directamente en su diferente capacidad para explotar plenamente sus propios recursos.
Este punto se demuestra con claridad en un estudio realizado con la promoción de 1953 de la Universidad de Yale.
A los licenciados se les preguntó si tenían un conjunto claramente definido de objetivos, fijado por escrito, junto con un plan sobre cómo alcanzarlos. Sólo un 3 por ciento de los entrevistados había hecho tal cosa. Los investigadores regresaron veinte años después, en 1973, y entrevistaron de nuevo a los miembros de la promoción de 1953. Y descubrieron que los de aquel 3 por ciento que habían tomado nota de unos objetivos concretos valían más, en términos de solvencia, que todo el 97% restante.
En este estudio, desde luego, sólo se midió el éxito financiero. No obstante, los investigadores descubrieron además que otros objetivos menos medibles o más subjetivos, como la felicidad o la satisfacción en la vida, también parecían más realizados en los de aquel 3 por ciento. Tal es el poder de un objetivo definido. Y lo que es válido en el plano personal lo es también perfectamente en el ámbito empresarial.
Abel Cortese
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario