* En principio, los objetivos deben contar con dos componentes claros:
1) Un volumen específico (cantidad) asignable a una actividad, departamento o persona.
2) Un lapso de tiempo en el cual el objetivo se logrará, o incluso podrá superarse.
Además, los verdaderos objetivos cuentan con las siguientes características:
* Un objetivo es una acción que debe poderse medir. Por lo tanto, no deben ser confundidos con las políticas o los deseos.
Decir, por ejemplo: ‘debemos hacer grandes esfuerzos para mejorar la calidad de nuestros productos’ no es establecer un objetivo. Es una declaración de buenas intenciones, o como mucho, una política a seguir por la empresa. Si se establecen objetivos de este tipo, luego, a la hora de controlar, no dispondremos de un instrumento correcto de medición, y nunca sabremos en qué grado hemos conseguido lo que nos proponíamos, ni podremos actuar sobre las desviaciones que se puedan producir.
Los objetivos, al igual que la visión y la misión, no deben ser huecas declaraciones, tampoco postulados utilizados como recurso motivador para la gente a la que no se le permite participar activamente de las decisiones y se le hacen promesas vagas.
* Al elaborar los objetivos, la descripción (que es de carácter general) debe basarse en lo que se quiere obtener y cuándo es posible y/o deseable lograrlo.
El enunciado de un objetivo bien redactado es verificable (no se trata de generalizaciones), es alcanzable (parte de la situación de la empresa y del análisis serio del entorno), es valioso (representa un nuevo beneficio para la compañía), se debe sentir como propio (debe incluir también beneficios mensurables para la gente), y es procesable (contiene etapas y procedimientos claros para acercarse a él).
1) Un volumen específico (cantidad) asignable a una actividad, departamento o persona.
2) Un lapso de tiempo en el cual el objetivo se logrará, o incluso podrá superarse.
Además, los verdaderos objetivos cuentan con las siguientes características:
* Un objetivo es una acción que debe poderse medir. Por lo tanto, no deben ser confundidos con las políticas o los deseos.
Decir, por ejemplo: ‘debemos hacer grandes esfuerzos para mejorar la calidad de nuestros productos’ no es establecer un objetivo. Es una declaración de buenas intenciones, o como mucho, una política a seguir por la empresa. Si se establecen objetivos de este tipo, luego, a la hora de controlar, no dispondremos de un instrumento correcto de medición, y nunca sabremos en qué grado hemos conseguido lo que nos proponíamos, ni podremos actuar sobre las desviaciones que se puedan producir.
Los objetivos, al igual que la visión y la misión, no deben ser huecas declaraciones, tampoco postulados utilizados como recurso motivador para la gente a la que no se le permite participar activamente de las decisiones y se le hacen promesas vagas.
* Al elaborar los objetivos, la descripción (que es de carácter general) debe basarse en lo que se quiere obtener y cuándo es posible y/o deseable lograrlo.
El enunciado de un objetivo bien redactado es verificable (no se trata de generalizaciones), es alcanzable (parte de la situación de la empresa y del análisis serio del entorno), es valioso (representa un nuevo beneficio para la compañía), se debe sentir como propio (debe incluir también beneficios mensurables para la gente), y es procesable (contiene etapas y procedimientos claros para acercarse a él).
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