La señora de Franklin D. Roosevelt, a pesar de haber nacido en una familia acomodada, era muy insegura siendo adulta ya, pero todavía joven. Sentía una gran falta de confianza al compararse con sus amigos y amigas. Eleanor Roosevelt acabó, sin embargo, teniendo una gran confianza en sí misma, llegó a ser conferenciante, escritora y una de las mujeres más influyentes y queridas del siglo XX.
¿Cómo lo consiguió?
Gran parte del éxito de la Sra. Roosevelt sobre su enfermedad psicológica, su «temor a la gente», pudo estar en su capacidad para comprender la manera de curar la enfermedad. En su libro Se aprende viviendo, escribía lo siguiente:
«Se obtiene fuerza, coraje y confianza cada vez que uno se detiene, de hecho, a mirar el miedo a la cara. Entonces, es uno capaz de decirse a sí mismo, he experimentado el terror. La siguiente vez que se me presente, podré superarlo, ... hay que hacer aquello que uno cree que no puede hacer.»
En otras palabras, Eleanor Roosevelt venció el miedo actuando, enfrentándose a él de cara y diciéndose a sí misma, «puedo y voy a hacer aquello que me asusta hacer».
Comparto la tribuna de oradores con algunos de los mejores conferenciantes de América. Y, mientras nos contamos anécdotas y experiencias, todos admiten que, incluso después de miles de ponencias, todavía se ponen nerviosos, todavía se sienten tensos y están un poco asustados cuando tienen que pronunciar un discurso. Y también están de acuerdo en otra cosa. Sentirse un poco nervioso antes de pronunciar un discurso les proporciona un golpe de adrenalina, les hace estar más despiertos y les mueve a procurar transmitir su mensaje aún con mayor energía.
Haga el trabajo desagradable ahora, y disminuirá su preocupación. Todos nos enfrentamos a tareas que nos gustaría, sencillamente, que no existieran.
En la vida hay muchos «miedos». El miedo a hacer una llamada de teléfono a un posible nuevo cliente, el temor a solicitar un préstamo cuando el margen de crédito que tenemos es discutible, el miedo a solicitar un trabajo cuando las posibilidades están en contra de que lo consigamos, el miedo a tratar un problema con nuestro cónyuge o el miedo a hacer una llamada de teléfono para tratar de un asunto con un cliente iracundo son todos ellos buenos ejemplos.
He aquí algo que es muy importante: cuanto más tiempo pase uno sin hacer lo que le resulta desagradable, más desagradable le resultará.
Cuanto más se retrase en pedir algo relacionado con su trabajo (un aumento de sueldo, un cambio de destino o del horario de trabajo), más razones encontrará para no pedirlo. El retraso hace crecer el miedo, la acción lo elimina.
A un amigo mío le dijo su oculista, hace tres años, que tenía que someterse a una operación de cataratas. Todas las operaciones, sean graves o no, son desagradables. De forma que mi amigo, lo fue dejando. Por fin, cuando estaba ya casi ciego de uno de los ojos, se sometió a la operación y en seis horas estaba de vuelta en casa. Más tarde me confesó que el miedo a la operación le había costado, por lo menos, dos horas de sueño cada noche durante tres años, lo cual representa bastante más de dos mil horas. Su falta de decisión también disminuyó mucho su capacidad para leer, ver la televisión y disfrutar de la naturaleza durante tres años.
La filosofía del «hazlo ahora si es necesario hacerlo» le habría librado a mi amigo de todo este tiempo de preocupación.
No hacer las cosas fortalece el miedo; la acción lo elimina. Haga la cosa que teme hacer y el miedo desaparecerá. ¿Está preocupado por tratar un asunto con su jefe? Trátelo. ¿Está nervioso ante la idea de pedir un trabajo? Pídalo. ¿Está temeroso de pedir una cita con una persona? Pídala.
En una ocasión pregunté a un amigo mío, aficionado al salto de trampolín con esquí, cómo se armó de valor para realizar su primer salto. «Hice dos cosas», me dijo, «primero, aprendí todo lo que hay que saber para hacerlo. Y, después, salté.»
La dilación va erosionando la propia confianza, de la misma forma que una inundación erosiona la tierra.
A usted no le gustaría trabajar con un director que siempre estuviera aplazando las cosas. Tampoco a sus empleados les gustará trabajar con usted, si es incapaz de tomar una decisión.
Cuanto más se aplaza la resolución de un asunto desagradable, más nos preocupa y más desagradable resulta luego afrontarlo. Corte los problemas de raíz. Una herida que no se trata se puede infectar y provocar la muerte.
David Schwartz
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