MODELOS DE INTELIGENCIA: DE LOS AÑOS ’20 A LOS ‘50
En 1920 el psicólogo Edward Thorndike se convirtió en un claro precursor del concepto actual de Inteligencia Emocional, al postular el de Inteligencia Social, término definido como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas".
Para Thorndike, además de la inteligencia social, existen también otros dos tipos de inteligencias: la abstracta -habilidad para manejar ideas- y la mecánica- habilidad para entender y manejar objetos- . Pero las ideas de Thorndike, al parecer, eran muy avanzadas para su tiempo, y no lograron torcer el rumbo de la concepción occidental acerca de la inteligencia y sus funciones. En los años 30, con el auge del conductismo, se entró en una larga etapa de "silenciamiento" de los procesos no directamente observables, como la inteligencia.
No obstante, aparecen algunos trabajos, en esta época, como los de David Wechsler con el diseño de las dos baterías de pruebas de inteligencia: para adultos (1939) -WAIS- y el de niños (1949) -WISC-. Ambas siguen siendo utilizadas hoy en día. “Diversas limitaciones de los test C.I. –comenta Miguel de Zubiría- aparecieron pronto. Tres se pueden considerar graves:
1) Sobrevalorar el componente cognitivo del desempeño escolar,
2) Opacar las funciones motivacionales y afectivas.
3) Hipertrofiar funciones intelectuales. No únicamente sobrevaloraron los test C.I. el componente cognitivo del desempeño escolar opacando las funciones motivacionales y afectivas, sino que para completar, entre los procesos cognitivos escogieron y privilegiaron los subprocesos cognitivos más elementales: información, retención de dígitos, operaciones aritméticas, ... sobre otros procesos cognitivos con mediana o alta complejidad.
“Hipertrofiar funciones intelectuales elementales (información, retención de dígitos, operaciones aritméticas) en si mismo NO es grave. Todo el mundo (incluidos Bient y Weschsler) está en su derecho de evaluar lo que le venga en gana. Lo extremadamente grave fue denominar a subprocesos tan simples (información, retención de dígitos, operaciones aritméticas...)
¿Es inteligente, en alguna acepción socialmente genuina del vocablo inteligencia, alguien que tan sólo posee información, retiene dígitos, efectúa operaciones aritméticas…? Por supuesto que NO. He aquí, entonces, el grave error de los tests de inteligencia: precisamente su nombre, autodenominarse test de inteligencia... sin serlo”.
DE LOS ’50 HASTA 1982
El debilitamiento de las posturas conductistas y la emergencia de los procesos cognitivos aparecen con el estructuralismo. Los trabajos de Jean Piaget y su teoría sobre el desarrollo intelectual contrasta visiblemente de las posturas psicometricistas y del procesamiento de la información (Hardy, 1992).
Desde el procesamiento de la información se desarrollan dos enfoques: por un lado, el de los correlatos cognitivos en el que el estudio de la inteligencia se ha llevado a cabo seleccionando una capacidad que pueda medirse en un test; por otro lado, el de los componentes cognitivos en el que su interés estriba más bien en conocer qué es lo que mide un test de inteligencia. Aparece el modelo computacional y el interés por el estudio de la Inteligencia Artificial.
Con ello llega, a nuestro juicio, uno de los errores más graves de las teorías cognitivas. Cuando se estudian los procesos cognitivos sobre inteligencia artificial lo que estudiamos es la inteligencia computacional y no la humana.
Siguiendo a José Antonio Marina (1993), si bien es cierto que las ciencias cognitivas han realizado aportaciones valiosas muy aprovechables, la labor pendiente es la elaboración de una ciencia de la inteligencia humana, donde no se trate sólo de lógica formal, sino también de lógica inventiva, no sólo de razón sino también de emoción y de sentimientos.
La idea que subyace a la inteligencia actualmente no sólo es la de la capacidad de adaptación sino también de la de creación (Robert Sternberg, 1997). Es como si la idea de la globalización hubiese llegado a este campo de estudio de la Psicología, donde la inteligencia está muy vinculada con la emoción, la memoria, la creatividad, el optimismo, la personalidad y en cierto sentido, con la salud mental.
En 1920 el psicólogo Edward Thorndike se convirtió en un claro precursor del concepto actual de Inteligencia Emocional, al postular el de Inteligencia Social, término definido como "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas".
Para Thorndike, además de la inteligencia social, existen también otros dos tipos de inteligencias: la abstracta -habilidad para manejar ideas- y la mecánica- habilidad para entender y manejar objetos- . Pero las ideas de Thorndike, al parecer, eran muy avanzadas para su tiempo, y no lograron torcer el rumbo de la concepción occidental acerca de la inteligencia y sus funciones. En los años 30, con el auge del conductismo, se entró en una larga etapa de "silenciamiento" de los procesos no directamente observables, como la inteligencia.
No obstante, aparecen algunos trabajos, en esta época, como los de David Wechsler con el diseño de las dos baterías de pruebas de inteligencia: para adultos (1939) -WAIS- y el de niños (1949) -WISC-. Ambas siguen siendo utilizadas hoy en día. “Diversas limitaciones de los test C.I. –comenta Miguel de Zubiría- aparecieron pronto. Tres se pueden considerar graves:
1) Sobrevalorar el componente cognitivo del desempeño escolar,
2) Opacar las funciones motivacionales y afectivas.
3) Hipertrofiar funciones intelectuales. No únicamente sobrevaloraron los test C.I. el componente cognitivo del desempeño escolar opacando las funciones motivacionales y afectivas, sino que para completar, entre los procesos cognitivos escogieron y privilegiaron los subprocesos cognitivos más elementales: información, retención de dígitos, operaciones aritméticas, ... sobre otros procesos cognitivos con mediana o alta complejidad.
“Hipertrofiar funciones intelectuales elementales (información, retención de dígitos, operaciones aritméticas) en si mismo NO es grave. Todo el mundo (incluidos Bient y Weschsler) está en su derecho de evaluar lo que le venga en gana. Lo extremadamente grave fue denominar a subprocesos tan simples (información, retención de dígitos, operaciones aritméticas...)
¿Es inteligente, en alguna acepción socialmente genuina del vocablo inteligencia, alguien que tan sólo posee información, retiene dígitos, efectúa operaciones aritméticas…? Por supuesto que NO. He aquí, entonces, el grave error de los tests de inteligencia: precisamente su nombre, autodenominarse test de inteligencia... sin serlo”.
DE LOS ’50 HASTA 1982
El debilitamiento de las posturas conductistas y la emergencia de los procesos cognitivos aparecen con el estructuralismo. Los trabajos de Jean Piaget y su teoría sobre el desarrollo intelectual contrasta visiblemente de las posturas psicometricistas y del procesamiento de la información (Hardy, 1992).
Desde el procesamiento de la información se desarrollan dos enfoques: por un lado, el de los correlatos cognitivos en el que el estudio de la inteligencia se ha llevado a cabo seleccionando una capacidad que pueda medirse en un test; por otro lado, el de los componentes cognitivos en el que su interés estriba más bien en conocer qué es lo que mide un test de inteligencia. Aparece el modelo computacional y el interés por el estudio de la Inteligencia Artificial.
Con ello llega, a nuestro juicio, uno de los errores más graves de las teorías cognitivas. Cuando se estudian los procesos cognitivos sobre inteligencia artificial lo que estudiamos es la inteligencia computacional y no la humana.
Siguiendo a José Antonio Marina (1993), si bien es cierto que las ciencias cognitivas han realizado aportaciones valiosas muy aprovechables, la labor pendiente es la elaboración de una ciencia de la inteligencia humana, donde no se trate sólo de lógica formal, sino también de lógica inventiva, no sólo de razón sino también de emoción y de sentimientos.
La idea que subyace a la inteligencia actualmente no sólo es la de la capacidad de adaptación sino también de la de creación (Robert Sternberg, 1997). Es como si la idea de la globalización hubiese llegado a este campo de estudio de la Psicología, donde la inteligencia está muy vinculada con la emoción, la memoria, la creatividad, el optimismo, la personalidad y en cierto sentido, con la salud mental.
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