El Nuevo Paradigma de Aprendizaje y Acción para la Prosperidad Individual y Organizacional en el Siglo XXI BREVE HISTORIA DEL CONCEPTO “INTELIGENCIA”
Desde su origen, el ser humano ha tenido una gran curiosidad por conocer la génesis de la inteligencia y sobre todo sus mecanismos y funciones, con el propósito de dominarla.
El término inteligencia (intelligentia), tal vez compuesto de "intus lego" (leer dentro de mí), o de ‘inter legere’ (leer entre líneas) fue acuñado por Cicerón (siglo I antes de Cristo) con el fin de designar la capacidad para entender, comprender e inventar.
Entre otras cosas, la inteligencia ha significado: el nivel o la capacidad cognitiva, la función intelectual simple, la nota esencial del ser humano, el principio espiritual y un ente inmaterial, de acuerdo con esto suelen utilizarse términos como: razón, intelecto, entendimiento, pensamiento, juicio o conocimiento, para referirse con lo que actualmente se conoce como inteligencia.
LOS PRIMEROS MODELOS DE MEDICIÓN DE LA INTELIGENCIA
El fracaso escolar no es un fenómeno nuevo. A principios del siglo XX, el Ministerio de Educación y Cultura francés, preocupado por descubrir aquellos alumnos que mostraban dificultades en la escuela, pidió la colaboración de los psicólogos Alfred Binet y Théophile Simon. El principal objetivo de su misión era diseñar un procedimiento que permitiera detectar a tiempo a los alumnos más rezagados en el programa curricular.
Transcurridos dos años de intensa labor, ingresó a la escena psicoeducativa el primer test de “inteligencia”, test que en muchos lugares del mundo todavía hoy se aplica a millones de niños y decide su futuro académico... y su futuro personal. Originalmente era una batería de preguntas que servían para evaluar objetivamente las capacidades mentales de los niños con edades comprendidas entre los tres y los once años.
Entre las pruebas que sugirieron Binet y Simon encontramos las siguientes: citar los colores que figuran en una imagen, encontrar los sinónimos de una palabra extraña, recordar una lista de la compra, clasificar pesos por orden creciente, e incluso desenvolver un caramelo y comérselo. Los tests de Binet y Simon pronto gozaron de una gran aceptación no sólo en Francia, sino en Estados Unidos, donde, en 1916, se vendieron más de 16.000 ejemplares del test traducido.
Partiendo de la observación directa de las respuestas de los niños, Binet tomó conciencia del concepto de edad mental que, posteriormente, denominó “nivel mental”. De esta forma percibió que, a medida que crecían, los niños conseguían asimilar nociones cada vez más complejas.
Por ejemplo, Binet observó que, a los cinco años, un niño era capaz de reproducir fielmente un cuadrado, mientras que, a los ocho años, podía dibujar un rombo y, finalmente, a los diez años, un cilindro.
Años más tarde, estudiando los trabajos de Binet, el psicólogo alemán Wilhelm Stern transformó el concepto de nivel mental en el de edad mental, y propuso dividir la edad mental de un niño por su edad cronológica y de esa manera obtuvo un cociente más estable a través del tiempo. Stern ideó una fórmula fácilmente comprensible para el cálculo de la inteligencia que designó con el término de “cociente mental”.
La ecuación que proponía era la siguiente: el cociente mental es la edad mental dividida entre la edad real y multiplicado por 100. Así, un niño de 8 años con una edad mental de 10 años tendría un CI de 10/8 × 100 = 125. En base a los cálculos de Wilhelm Stern, el americano Lewis Terman bautizó, en 1971, esta relación como cociente intelectual , el célebre IQ (intelligence quotient), donde un IQ entre 90 y 109 representa una inteligencia media.
Se creó un procedimiento sencillo de administrar estas pruebas en forma simultánea a muchas personas, lo que extendió notablemente su aplicación, dando lugar a una verdadera industria de tests de inteligencia.
El propio Terman seleccionó a más de 1000 niños con un IQ superior a 135 y los siguió estudiando por décadas. Estos sujetos fueron apodados, cariñosamente, los “termitas”, pero esta prolongada y meritoria investigación no fue concluyente. Muchas personas con IQ comparables tuvieron desempeños intelectuales muy dispares, y viceversa. Este incansable investigador de la Universidad de Stanford logró en pocos años clasificar a dos millones de norteamericanos mediante la primera aplicación masiva de esos tests, y el éxito fue tan arrollador que en poco tiempo el CI pasó a ser considerado universalmente como el principal indicador del talento personal.
El CI es un número que indica las capacidades relativas y comparativas que se pueden utilizar para obtener habilidades y conocimientos académicos. Una persona tiene cientos de capacidades mentales específicas, algunas de las cuales son mensurables y pueden ser predictoras de los logros académicos de un individuo.
Pero es claro que las pruebas del cociente intelectual miden solo algunas de las capacidades mentales de un ser humano.
· Un índice de inteligencia de 100 es más alto que el 50% de las personas que toman esta prueba.
· Un índice de inteligencia de 110 es más alto que el 75% de las personas que toman esta prueba.
· Un índice de inteligencia de 120 es más alto que el 93% de las personas que toman esta prueba.
· Un índice de inteligencia de 130 es más alto que el 98% de las personas que toman esta prueba.
La razón de la existencia de este índice es obtener una información indepen- diente de su potencial académico probable. Si el valor es alto, la persona podrá alcanzar fácilmente la educación que al momento del test duda si es capaz de obtener.Si es bajo, podrá serle útil dicho resultado para fijar metas realistas respecto de la cantidad de tiempo y esfuerzo que deberá utilizar para alcanzar un determinado nivel de educación.
Sin embargo, el cociente intelectual no mide la totalidad de las capacidades humanas, tales como el talento musical, artístico, estabilidad emocional, coordinación física o nivel espiritual.Un índice alto no es garantía que se alcanzará la felicidad, se mantendrá la cordura o se alcanzará un mayor crecimiento espiritual.
Por el contrario, un índice bajo no significa que el sujeto será un fracaso laboral, financiero, emocional o moral. Casi todas las tareas ordinarias requieren de un individuo que las realiza un coeficiente de 50 o mayor. Si se toma una muestra de personas presuntamente normales se hallará que tienen un coeficiente del 75% o mayor, aunque un 50% sería suficiente para que dichas personas tengan un éxito normal en el desempeño de sus actividades educativas. La historia está llena de sujetos de capacidad intelectual limitada, pero que sin embargo han alcanzado a dar contribuciones importantes a la humanidad.
No hay prueba que pueda abarcar todas las capacidades de un ser humano.
Pero la idea de contar con una “medida general” para la inteligencia, llamada factor G, por Charles Spearman, sigue teniendo defensores. Se llegó incluso a afirmar que “la inteligencia es lo que mide un test”, una definición muy poco satisfactoria.
Tiene razón Howard Gardner al decir que “la inteligencia es algo muy importante para dejarla en manos de quienes construyen tests”.
”Diseñado para reconocer niños limitados intelectualmente –escribe en ese sentido Miguel de Zuviría-, hoy el Test de C.I. decide si el alumno sube o baja cursos, se remite a psicología, recibe tratamientos complementarios, ingresa al aula regular como “alumno integrado”, es superdotado, ... Tantas decisiones como Binet, ni ninguno de sus artífices, soño jamás.
Es justo reconocer lo que el test de C.I. aportó en su momento. Entregó un índice cuantitativo general (el cociente intelectual, o C.I.), válido “psicométricamente” en su época, confiable, “libre de cultura” y de “educación”. Nadie puede desconocerlo.
El aporte de Binet y su equipo re-evolucionó la antigua psicología diferencial, al crear el primer instrumento de medida psico-educativa:
a) general (cociente intelectual, o C.I.),
b) “válido psicométricamente” en su época,
c) confiable,
d) “libre de cultura” y “de educación”, y
e) que pronostica bajo desempeño en alumnos.
Parte VII: http://inteligencia-exitosa.blogspot.com/2009/08/presentacion-fundamentos-y-habilidades_1015.html
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