En términos generales, puede decirse que la historia de la humanidad es una historia de hechos producidos por creencias.
Pero no es tema de esta obra la fe religiosa, o las creencias filosóficas o políticas.
Al margen de ellas, la fe o confianza en sí mismo también ha modelado el mundo desde el principio de los tiempos. Todos los autores importantes están de acuerdo en esto.
En el siglo pasado, William James, el famoso psicólogo, escribió: “Nuestra confianza, al principio de una empresa dudosa, es lo único (adviértalo: lo único) que asegura el resultado feliz de la aventura”.
El aprender a creer tiene una importancia primaria. Es el factor básico para triunfar en cualquier empresa. Cuando usted espera lo mejor, desarrolla una fuerza mental magnética que, por una ley de atracción, tiende a acercarle lo mejor; pero si espera lo peor, la mente desenvuelve un poder de repulsión que propende a separarlo de lo mejor. Es asombroso cómo una esperanza sostenida de que acaezca lo mejor, pone en movimiento fuerzas que originan la realización de lo mejor.
Orison Swett Marden, uno de los autores que más se ocupó del tema, dijo hace décadas:
‘La confianza es base de toda empresa; pues entraña la enorme fuerza de convicción de que realizaremos cuanto con sana intención nos propongamos. La confianza propia ha sido siempre la piedra angular de toda empresa, y realizó milagros en todos los órdenes de la actividad’.
Y un autor contemporáneo, el Dr. Luis Alberto Machado, recalca:
‘PARA ALCANZAR CUALQUIER META, INDIVIDUAL O COLECTIVA, LO PRIMERO QUE SE REQUIERE ES LA MÁS INDOBLEGABLE CONVICCION DE QUE LA META PREVISTA PUEDE SER ALCANZADA’.
Incluso el neologismo autoeficacia ha sido definido como ‘confianza en el funcionamiento de nuestra propia mente, en nuestra capacidad de pensar, en los procesos por los cuales juzgamos, elegimos, decidimos; confianza en nuestra capacidad de comprender los hechos de la realidad que entran en la esfera de nuestros intereses y necesidades; confianza cognoscitiva en nosotros mismos’.
Bien puede afirmarse que la confianza es la madre del éxito. Acrecienta la aptitud, redobla la energía, fortalece las facultades mentales y vigoriza las fuerzas interiores.
La intensidad y magnitud de nuestro pensamiento no podrá exceder de la fuerza de nuestra convicción, del grado de nuestras determinaciones y del nivel de nuestra confianza. Si estas cualidades son débiles, también será débil nuestro pensamiento y pobres nuestras obras.
Todos conocemos los ejemplos históricos (Cristóbal Colón, Thomas Edison, Juana de Arco, Marie Curie, etc.), de los resultados producidos por la fe en una obra, emprendimiento o proyecto, que, como se dijo antes, en definitiva no es otra cosa que la fe o confianza en nosotros mismos.
Abel Cortese
Pero no es tema de esta obra la fe religiosa, o las creencias filosóficas o políticas.
Al margen de ellas, la fe o confianza en sí mismo también ha modelado el mundo desde el principio de los tiempos. Todos los autores importantes están de acuerdo en esto.
En el siglo pasado, William James, el famoso psicólogo, escribió: “Nuestra confianza, al principio de una empresa dudosa, es lo único (adviértalo: lo único) que asegura el resultado feliz de la aventura”.
El aprender a creer tiene una importancia primaria. Es el factor básico para triunfar en cualquier empresa. Cuando usted espera lo mejor, desarrolla una fuerza mental magnética que, por una ley de atracción, tiende a acercarle lo mejor; pero si espera lo peor, la mente desenvuelve un poder de repulsión que propende a separarlo de lo mejor. Es asombroso cómo una esperanza sostenida de que acaezca lo mejor, pone en movimiento fuerzas que originan la realización de lo mejor.
Orison Swett Marden, uno de los autores que más se ocupó del tema, dijo hace décadas:
‘La confianza es base de toda empresa; pues entraña la enorme fuerza de convicción de que realizaremos cuanto con sana intención nos propongamos. La confianza propia ha sido siempre la piedra angular de toda empresa, y realizó milagros en todos los órdenes de la actividad’.
Y un autor contemporáneo, el Dr. Luis Alberto Machado, recalca:
‘PARA ALCANZAR CUALQUIER META, INDIVIDUAL O COLECTIVA, LO PRIMERO QUE SE REQUIERE ES LA MÁS INDOBLEGABLE CONVICCION DE QUE LA META PREVISTA PUEDE SER ALCANZADA’.
Incluso el neologismo autoeficacia ha sido definido como ‘confianza en el funcionamiento de nuestra propia mente, en nuestra capacidad de pensar, en los procesos por los cuales juzgamos, elegimos, decidimos; confianza en nuestra capacidad de comprender los hechos de la realidad que entran en la esfera de nuestros intereses y necesidades; confianza cognoscitiva en nosotros mismos’.
Bien puede afirmarse que la confianza es la madre del éxito. Acrecienta la aptitud, redobla la energía, fortalece las facultades mentales y vigoriza las fuerzas interiores.
La intensidad y magnitud de nuestro pensamiento no podrá exceder de la fuerza de nuestra convicción, del grado de nuestras determinaciones y del nivel de nuestra confianza. Si estas cualidades son débiles, también será débil nuestro pensamiento y pobres nuestras obras.
Todos conocemos los ejemplos históricos (Cristóbal Colón, Thomas Edison, Juana de Arco, Marie Curie, etc.), de los resultados producidos por la fe en una obra, emprendimiento o proyecto, que, como se dijo antes, en definitiva no es otra cosa que la fe o confianza en nosotros mismos.
Abel Cortese
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