Dijo el gran escritor inglés Thomas Carlyle:
‘El hábito es la más profunda ley de la naturaleza humana. Es nuestra fuerza suprema y también puede ser nuestra miserable flaqueza. Si recorro mi camino con firme paso y la mira puesta en el éxito final, me será más fácil recorrerlo de nuevo en vez de seguir otro distinto. El hábito es la fuente de toda labor fructífera, de todo aprendizaje, experiencia y erudición’.
Adiestrando el cerebro y el sistema nervioso en buenos hábitos físicos y mentales, será posible acrecentar en grado superlativo nuestra eficiencia individual.
Así lo señaló en numerosas obras el prolífico escritor Orison Swett Marden:
‘El hábito es la asociación por aproximación, y de aquí que la asociación haya de ser invariable, de manera que pueda dependerse de ella. Algunas veces ciertas personas que no ponen las cosas en su lugar, tratan de cultivar un sentido de orden. Durante dos días, cada cosa está en su sitio; al tercero tienen mucha prisa porque se han levantado tarde y vuelven al antiguo desorden. Si se hubiesen dado cuenta de la seriedad de la situación, debieran haberse propuesto despertar una hora antes, mejor que permitir semejante excepción. Sucede con el hábito, que una simple omisión no puede ser remediada en un día ni en una semana. Si las reglas mencionadas son seguidas fielmente durante un lapso considerable de tiempo, el hábito llega a ser finalmente memoria orgánica. Una persona puede entonces, sin esfuerzo conciente, actuar de una manera inequívoca en la dirección indicada por el hábito en cuestión. El hacer una cosa impropiamente ocasionará entonces una lucha, porque se hace muy difícil romper un hábito hijo de hacer las cosas bien, y la mente debe quedar libre para progresar en otras direcciones. El hábito opera automáticamente, y la atención puede reconcentrarse en cualquier otra cosa’.
Por lo tanto, la regla de oro es NO PERMITIR QUE OCURRA LA MENOR EXCEPCIÓN HASTA QUE EL NUEVO HÁBITO ESTÉ SEGURAMENTE ARRAIGADO EN NUESTRA VIDA.
La disciplina, aunque no se alcancen ciertas metas, produce un desarrollo de nuestras capacidades.
En un cuento de Rabindranath Tagore, un niño del pueblo salía de noche a tirar piedras a la luna. Es verdad que nunca alcanzó la luna... pero llegó a ser el mejor tirador de piedras del pueblo.
Abel Cortese
9/9/09
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